Contemplación.


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Contemplar para crear.

Nos abocamos a una tarea de manera simple, con el ánimo de llevar la vida, de hacer lo “que toca”, o porque es el destino. Cumplimos nuestros deberes de la manera que nos enseñaron o a veces tratamos simplemente de hacerlo sin saber a dónde se dirige nuestro esfuerzo. A eso le llamamos “vivir”, y en teatro nos referimos a cómo “actuar”.
La contemplación en nuestro taller se dirige a la relación con nuestro arte, en una posición de tranquilidad y fe. Observamos nuestras posibilidades, le damos curso a nuestra imaginación, dejamos nuestros prejuicios y nos sometemos a la libertad de la creación, mientras contemplamos cómo nuestra obra va creciendo y sus perspectivas expandiéndose simplemente como si fuéramos actores.
Nuestro arte lleno de efectos asombrosos, en el cual nos sumergimos indefensos con unas instrucciones de nadar hacia sitios desconocidos. En ellos, las corrientes actúan de manera imprevista, llevando nuestra actuación a gratas experiencias en las cuales nos damos cuenta de que somos parte de una obra, que vive por ella misma.
Llegamos con nuestra vida, buscando el compañero para decirle que me trajo tarde el bus; que en la moto-taxi venía tu amigo; que en la tarde ya hace algo de frío; que el mar trajo su aroma de humedad esta noche; que me duele algo o a alguien le duele algo de su corazón o cuerpo, y en el fondo son nuestras vidas las que van llegando a un lugar en el cual esperamos hacer un grupo.
Comenzamos a jugar, generalmente queremos hacer la broma a alguien. De pronto se oye una voz que comienza a guiar un calentamiento corporal y vocal. Se van sacando sus problemas, sus convencionalismos, y se disponen de manera diligente a escuchar como dar un paso. Pero sólo se les recuerda la intención del momento.
− Esta escena debe contener alegría, cariño, algún juego, un inconveniente…
Y en ese vacío de sus mentes, van logrando comprender que su actuación no pasa por su razón. Que al adquirir un personaje, éste tiene sus posibilidades, que su cuerpo las manifiesta y las cuales los llevan a reaccionar de la manera adecuada ante la situación planteada.
− Magdalena Fernández, si se le viste con un traje de monja, simplemente gritará preguntando por qué tengo esto puesto.
Nuestro personaje al llevarlo y sentirlo, reacciona como personaje ante las instrucciones del director. De esta forma se comienzan a construir las historias.
No se llega a adquirir un personaje de manera espontánea, sin antes haber contemplado sus posibilidades. Pero esas posibilidades no llegan así porque sí. En una posición de contemplación, se le puede llegar a asumir, bien sea por que alguien lo comparte por medio de un concepto, que resulta como un soplo del creador o porque en la propia exploración de su templo van dejándolo ver, con la esperanza y paciencia que requiere un simple contemplar.